miércoles, 13 de abril de 2016

1. Emprender el viaje

Los seres humanos evolucionamos a medida que pasa el tiempo: nacemos, crecemos, nos reproducimos y nos morimos. Este suceso es conocido como el ciclo de la vida y, a pesar de que no englobe todas las fases, el concepto recoge los trazos más notables de nuestra existencia. Sin embargo, este fenómeno no afecta únicamente a las personas sino que también a las lenguas. A primera vista, nadie relacionaría una con otra ni encontraría ningún parecido. Pero detengámonos a reflexionar un momento: los idiomas, al igual que nosotros, se han creado (nacido), se han desarrollado (crecido), se han incrementado (reproducido) y algunos incluso se han extinguido (muerto). Mediante este símil, podemos observar que las lenguas son entidades cambiantes influidas por las necesidades de los hablantes, es decir, nosotros.

Por ese motivo, el blog se dedicará exclusivamente a aspectos del lenguaje desde una perspectiva tanto personal como profesional. Las diferentes entradas que iré publicando tratarán distintas particularidades y los términos que van ligados a ellas, junto con su explicación para que los lectores sean capaces de entender y adentrarse en este mundo, words as worlds.    



Como supongo que tendréis curiosidad por saber quién está detrás de la pantalla, me presentaré.

Me llamo Laura y tengo veinte años. Soy estudiante de Lenguas Aplicadas en la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona) y actualmente estoy en el tercer año de esta carrera. Este trimestre curso una asignatura llamada Ensenyament de Llengües (Enseñanza de Lenguas), razón por la cual escribo este blog ya que forma parte de las tareas evaluables. 

En referencia a mi historial lingüístico, mis lenguas maternas (aquellas adquiridas durante la infancia) son tanto el catalán como el castellano dado que mi familia paterna es de Cataluña mientras que la materna proviene de Extremadura. Por lo tanto, siempre he convivido con ambas lenguas en casa. En particular, mis padres solían hablar entre ellos en castellano (ahora están divorciados, no os pongáis en el peor de los casos) pero, por una parte, mi padre se dirigía a mí en catalán igual que a mi hermana y, por la otra, mi madre siempre en castellano. Las dos coinciden con mis primeras lenguas (aquellas que se consiguen durante el período crítico del lenguaje, la capacidad humana de obtener una lengua) y mis lenguas nativas (aquellas que forman parte de una comunidad específica) ya que he nacido y vivo en Barcelona. 

Con relación a todo ello, mis segundas lenguas (aquellas aprendidas después del período crítico) son el inglés, el francés, el italiano y el portugués en este mismo orden que son, a la vez, mis lenguas extranjeras (aquellas que no pertenecen a una comunidad, este término contrasta con lengua nativa). El nivel que tengo de cada una de ellas se ve afectado por el tiempo que las he estudiado y las experiencias que me han brindado la oportunidad de tener contacto con ellas o utilizarlas.  

La siguiente tabla recoge de forma aproximada la competencia o información más relevante en cuanto a las lenguas anteriores:

Certificado
Nivel CEFR
Experiencia
Lugar aprendizaje
Tiempo aprendizaje
Catalán
-
Nativo
-
Ámbito educativo y hogar
-
Castellano
-
Nativo
-
Ámbito educativo y hogar
-
Francés
A2 (Escola Oficial d’Idiomes)
B1
Academia
Ámbito educativo
5 años
Inglés
B2 (First Certificate in English)
B2
Academia
Erasmus (Leeds)
Ámbito educativo
12 años
Italiano
-
A2
-
Ámbito educativo
3 meses
Portugués
-
A1
-
Ámbito educativo
3 meses


Tal como se puede observar, el conocimiento de todas las lenguas se deriva del ámbito educativo. Sin embargo, la edad y el tiempo de aprendizaje varía según el idioma: empecé a estudiar inglés en el colegio con siete años (tercero de primaria) y prácticamente toda mi vida he ido a una academia (hoy en día voy a una para conseguir el C1); el francés fue en tercero de la ESO durante dos años y el cual recuperé tanto al apuntarme a un intensivo como al entrar en la universidad y, finalmente, el italiano y el portugués cuando hice de alumna de intercambio en Leeds. Aparte he tenido la ocasión de usarlas en otros contextos como, por ejemplo, viajando.     



Teniendo en cuenta las lenguas que he aludido, el único alfabeto que conozco es el latino. No obstante, un idioma que me gustaría aprender es el ruso (¡este año pisaré por primera vez Rusia!), cuyo alfabeto es el cirílico. Aunque, si tengo la oportunidad (y, obviamente, el tiempo necesario), también haría alemán, italiano y japonés. Desde mi punto de vista, la mejor forma de aprender un idioma es vivir en un país que únicamente tenga la lengua oficial (aquellas que son reconocidas por los poderes públicos de un país) que quieras aprender, siempre y cuando puedas permitírtelo.

El problema está en las oportunidades que se te presentan. Por ejemplo, en mi vida diaria, el catalán y el castellano son las lenguas que uso en la mayoría de ámbitos (inter)personales. Luego, está el inglés en la academia y la universidad e incluso con el típico extranjero que, si sabe algo de español, hace el terrible esfuerzo para "intentar" conseguir nuestro acento y preguntarte dónde está la Barceloneta (situación que la mayoría de los barceloneses hemos experimentado alguna vez en nuestra vida). Algo parecido me sucede con el francés. En cambio, no he vuelto a tener ocasión de poner en práctica el italiano y el portugués desde mi estancia en Inglaterra. 

Otro factor clave es la motivación (si la hay, sacas tiempo hasta debajo de las piedras) y las experiencias que hayas vivido con ellas. En mi caso, nunca he tenido una "mala experiencia lingüística" para acabar desprestigiando o evitando una lengua, es más, creo que todas ellas poseen un encanto natural que las hace únicas en el mundo. Sin embargo, tengo tanto buenos como malos recuerdos con cada uno de los idiomas que he ido aprendiendo. 

Espero que os hayáis podido hacer una pequeña idea de mí y de mi situación lingüística. La siguiente entrada tratará sobre las teorías lingüísticas, ¡hasta la próxima!